Microrrelato GANADOR
Entran, de todos modos
Andando depuntillas hacia la puerta de mi piso, abro los tres pestillos y entro. Enefecto, tengo tres, pero ni aun así bastan. Entran, de todos modos. Por lasventanas, desde el tejado, como sea. Entran.
Dejo las bolsas de la compra con cuidado.Antes tenía miedo de entrar, por si estaban aquí. Ahora sé que disponen deespías para decirles cuándo vuelvo a casa. Por tanto, me relajo. Relativamente.
Voy a la cocina, abro la nevera. Han estado.Es evidente. Una zanahoria roza la botella de zumo. Entre la verdura, sobresaleun muslo de pollo que yo había puesto en el congelador. Ahora estáablandándose. Menos mal que lo encontré, iba a estropearse.
Me quito el chaquetón y los zapatos. Noencuentro las zapatillas de andar por casa, y al fin resulta que están en labañera. Y el cepillo de dientes entre los cubiertos.
Cuando cuento estas cosas a la gente, piensanque estoy loca. Lo leo en sus ojos. Les entiendo, porque yo pensaría lo mismo.Pero yo sé lo que sucede.
Entran, de todos modos. Ya solo me falta saberpara qué.
(Anita Haas)
Microrrelatos FINALISTAS:
Malas Pulgas
Tras una dosis de Zotal y un buen baño, mi perro quedó desparasitado. No daba créditocuando me detuvieron, unos días después, por asesinato:
¿Cómo iba a saber que era una troupe circenseen su día de descanso
(Gema Bocardo Clavijo)
Genio y figura
Un anciano seestaba muriendo en su lecho y olió de pronto el aroma de sus buñuelosfavoritos: los de calabaza. Reunió sus escasas fuerzas, se dejó caer de la camay, poquito a poco, apoyándose en la pared, salió de la habitación. Redobladossus esfuerzos, reptando como un indio, alcanzó, jadeante, la cocina. Si nohubiera sido por su delicada situación, le habría parecido llegar al cielo: enla mesa había una montaña de buñuelos de calabaza. ¿Sería un detalle final desu abnegada esposa para que él dejara feliz este mundo? Con un esfuerzosupremo, se abalanzó sobre los buñuelos, alargó su mano temblorosa, y ya estabaa punto de comerse uno, cuando apareció su mujer por la puerta y le sujetó elbrazo diciendo:
―¡Fuera de aquí, que son para el funeral!
(Rosendo Gallego Menárguez)
Adaptación al medio
Bella, inteligente e infiel, tres afrentaspara la Santa Inquisición. La hoguera no prendía. La arrojaron al mar. Lecreció cola de sirena.
(María Josefa Lafuente Benaches)
Sabor a sal
Mi diminuto hogarestaba situado en un ático, era verano y el dormitorio ardía como una malditasauna. Y allí estaba yo, con la sábana por dermis, con el éxtasis sobre lacama, bajo las embestidas de aquella señora casada, formal, hermética y deférreas negaciones ilícitas, aquella madre enamorada del sinsentido rutinariode las crónicas rosas, aquella rea soñadora, tan distinta de mí, tan alejada delos intereses artísticos que removían mis entrañas. Desde el vistazo inicial,hice coincidir nuestros horarios en el súper. Primero una ojeada, un flirteo,un roce de manos al recoger las mismas manzanas. Luego un café, unaconversación, un paseo furtivo. Y hoy, nuestros apetitos: el mío quince añosmás joven que aquella dama de hábitos aburridos, de mirada encarcelada. Alprincipio ella fue una incógnita, una mujer sellada, tímida ante el placer ymiedosa del escándalo. Y ahora, una diva, saltando sobre su anónimo convehemencia, desatada: el pelo pegado a la frente, la boca jadeando timorata, lavergüenza del gozo adúltero cerrando los ojos, quebrando el alma, y con cadaresbaladiza gota de sudor prodigada saboreando la sal del otro, la sal de lavida.
(Roberto MigoyaRamos)


